Para el neuropsiquiatra José Miguel López, las nuevas modalidades del crimen
hablan del deterioro social del país. El profesor de postgrado, señala que en
los últimos 5 años han aumentado en 71.85% los trastornos mentales y de
comportamiento, en Caracas. Dice que los venezolanos parecieran estar
insensibilizándose ante el crimen.
“Teníamos un corazón grande, un valor propio basado en la solidaridad, y
eso se está perdiendo”, dice el exjefe de Psiquiatría del Hospital Vargas, un
departamento –que al igual que el del Hospital Militar– fue “insólitamente”
eliminado.
Señala que en los últimos 5 años han aumentado en 71.85% los trastornos
mentales y de comportamiento en Caracas, y mediante proyección se estiman
valores similares para el resto del país, según un estudio longitudinal para
evaluar la enfermedad mental en Venezuela.
El profesor de postgrado y médico tratante en los hospitales Vargas,
Militar y el Psiquiátrico de Sebucán, además de especialista en el tema de
violencia de género e infantil, lanza una severa advertencia: “En Venezuela han
aumentado los trastornos mentales, y las cifras de estas patologías son
similares a la de países en conflictos bélicos”.
– ¿Por qué se están viendo hechos escabrosos, en los cuales se asesina y se
descuartiza a las víctimas?
–De unos años para acá se están registrando esos casos de una manera
frecuente, que yo diría obedece al grado de descomposición social bajo el cual
vivimos. Uno sabía de tales crímenes en otros lugares, como Irak y ciertos
países árabes resulta un hecho “natural” aplicar castigos severos, como
desprender o cortar una parte del cuerpo. Algo que al parecer está asociado a
su cultura, y con lo cual estamos en desacuerdo. Pero el nivel de desprotección
social aquí en Venezuela es de tal magnitud que lo describe como un tema
sicosocial. Este tipo de crímenes estaba asociado a bandas pseudoanárquicas,
integradas por individuos jóvenes, con historias clínicas muy dramáticas de
abuso infantil, abandono, esclavitud, vida en la calle, deterioro nutricional y
con un promedio de vida breve. Hoy esta modalidad la ejecutan bandas criminales
organizadas, con alto nivel de sofisticación y que emplean tales métodos, entre
otras razones, para “marcar” sus territorios. Lo lamentable además está en los
niveles de tolerancia de la sociedad, de la poca efectividad de las autoridades
y del modo tan natural como reaccionamos, que pareciera coadyudar a la
imposición de estos patrones.
– ¿Y cuáles serían las reales motivaciones de este fenómeno?
–Quizás se deba a que la población criminal ha ido aumentando o porque no
hay suficiente personal policial. El caso es que el desequilibrio social
inclina la balanza en favor de la delincuencia. Por eso en estos crímenes
subsiste un nivel de rabia que se vuelca sobre la víctima, y que no cabe dudas
se alimenta por el grado de deterioro social. El otro indicador es un alarmante
nivel de prostitución infantil y de adolescentes, del cual poco se habla, y que
opera en todos los estratos, tanto en la clase baja como en la media y alta.
Cuando unimos esos indicadores podemos medir de forma acertada cómo está
funcionando la sociedad venezolana. Un segundo aspecto es que los componentes
criminales también evolucionan socialmente. Antes se atracaba un banco o un
robo a una joyería, o los arrebatones. Pero hoy el modelo de perfeccionamiento
de las bandas criminales –y sobre todo esa ley no escrita de lo territorial–
impulsa a las demostraciones crueles. Se asesina de esa forma para advertirles
a otras bandas: no se metan en mi territorio. Un lenguaje simbólico que saben
leer las organizaciones criminales. Según un estudio realizado con más de 345
personas incursas en tales crímenes, se pudo comprobar que aquí se ha
potenciado esto que llaman “muertes macabras”. Asesinatos que ni siquiera los
contabiliza la policía, porque además las cifras oficiales son pocos
confiables, y algunas veces ni se registran.
– ¿Han aumentado en la población los estados de ansiedad, de estrés y otras
patologías asociadas a la condición mental?
–Sí, eso lo vemos a diario en las consultas. Por un lado tenemos la
ansiedad y por el otro la tristeza. Antes estas patologías se llamaban
neurosis. Además han aumentado las psicosis, que son los estados delirantes,
como la esquizofrenia. Digamos que todas las enfermedades mentales se han
quintuplicado desde hace 10 años. Si algo estaba en 10%, ahora está en el 80%.
Los más graves son los trastornos de ansiedad, miedo y angustia que se han
incrementado de forma alarmante, porque la gente se encierra en su propio
mundo, no quiere salir, y esa incapacidad a afrontar sus problemas deviene en
trastorno. El miedo, como los ataques de pánico, se han convertido en
trastornos con efectos traumáticos, muy frecuentes en gente que está siempre
pendiente de lo que pueda suceder a su alrededor. Dentro de ese estadio el
miedo aparecen las fobias. Con la bipolaridad, que es muy frecuente, la persona
se entristece profundamente para de pronto llegar a un grado de euforia muy
elevado. Son patologías que se han exacerbado con la realidad actual: las
protestas, la represión policial, las colas para obtener un alimento, las
guarimbas. Todo eso genera un temor adicional. Ese miedo conduce a la
inseguridad y esa inseguridad incapacita, paraliza, no te deja tomar
decisiones. Todo eso desequilibra a la persona. Se puede ver con el alto grado
de consumo de drogas de la población venezolana. Sean fármacos o drogas
ilegales.
–Por suerte, estas situaciones corresponden siempre a los adultos….
–No. Yo hago psiquiatría infantil, y los trastornos en niños también han
aumentado. Te hablo de estados de fobia escolar, el buying, el aislamiento
individual. Hablo de montones de niños afectados porque no disponen de sitios
de recreación; y si los hay, deben estar pendientes porque están sujetos a que
les ocurra algo. Los secuestros y robos de niños no es un mito. Aquí ya no hay
niños que jueguen una caimanera de beisbol o fútbol. Las canchas deportivas en
los barrios son lugares donde las bandas dirimen sus disputas a tiro. Lo que
más nos ha llamado la atención es el incremento de suicidios infantiles, algo
que no ocurría con frecuencia. Ahora no. Es casi normal tratar a un niño con un
alto potencial de suicidio, al punto en que figuramos en los registros
mundiales. Somos lamentablemente los primeros en casi todo lo malo.
– ¿La realidad del país influye en estos trastornos?
–Desde luego. Es lo que les digo a mis pacientes: que no vean programas
televisivos que implique violencia, que los irrite. “Cuando algo te molesta, no
lo veas”, les reitero. ¿Qué sentido tiene ver un video donde le quitan la
cabeza a un periodista? Creo que los venezolanos llegamos a un momento en que
estamos perdiendo la sensibilidad que nos caracterizaba. Teníamos un corazón
abierto, grande, éramos amables, solidarios, conversadores. No podemos terminar
en una sociedad dominada por sicópatas sociales. Una sociedad
psicopática-sociopática. Alguien que no sabe querer ni hace nada para que lo
quieran. Esta realidad tan fuerte puede llevarnos al síndrome de Beirut, que
hoy lo notamos con los ataques a Gaza-Israel, que la gente espera que pase la
balacera para recoger a sus muertos, o montar su tarantín para vender su
mercancía, como si nada hubiera pasado. Conmueve ver la pasividad y la
impotencia con la que la gente acude a la morgue a retirar el cadáver de su
familiar asesinado.
–Para esta realidad tan fuerte, debe haber un tipo de salida, de soluciones
¿qué aconsejan a sus pacientes?
–En principio, las personas que sufren de ansiedad, rabia, angustia u otra
tipo de patologías que no pueden controlar, deben acudir a un especialista que
le ayude a generar herramientas para seguir adelante. No niego que el yoga y
otras disciplinas basadas en la meditación posean un gran valor para el ser
humano. Pero si esta persona está desmotivada, es casi imposible que vaya a un
gimnasio. La mejor manera de curarse es acudir a un especialista. Desde hace
años en Venezuela se acabó el mito de visitar un psiquiatra significaba que
“estaba loco”. Debido a ello surgió un elemento nuevo como es el fenómeno de
que la gente se vuelve adicta a las drogas, al sexo, a los gimnasios, al
chocolate, hasta por el poder. Mientras la gente tiene más dinero –quizá mal
habido– siente más poder. Sigue acumulando bienes porque es un fenómeno
adictivo. Entonces te enteras que se compran un segundo yate, otra quinta. El
poder se convierte en una droga y es una patología grave porque siempre quieren
acumular más y más poder. Peor aun cuando ve que no les pasa nada, la cosa se
vuelve preocupante. Alguien dijo que aquí no estaba pasando nada y pasa de
todo. Si lo comparamos con otros países que no tienen los recursos naturales
que poseemos este sería un país perfecto si tuviéramos buenos e inteligentes
gobernantes, pero lamentablemente no los tenemos.
El Dr. López, hasta hace poco dirigió el área de Psiquiatría del Hospital
Vargas, pero ¡insólito!: el departamento fue cerrado.
Fuente
http://www.talcualdigital.com/Nota/107104/aumentan-los-trastornos
30-08-2014, ELIZABETH ARAUJO
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