Si no cuidamos nuestros pensamientos y procesos mentales, la
bioquímica de nuestro organismo sencillamente seguirá un patrón equivocado y
nos inundará de toxinas que no juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan,
primero emocionalmente y después orgánicamente.
A menudo leemos en libros de autoayuda o autoconocimiento
que los pensamientos de carga negativa o destructiva afectan a la salud y
pueden crear enfermedades. Que cuidar nuestros pensamientos puede tener una
incidencia directa en nuestra salud, como poco.
Este tipo de aseveraciones, así tan resumidas, son una
realidad. El problema es que no se explica el proceso por el cual el
pensamiento de las personas se convierte directamente en parte de su salud,
creando enfermedades y patologías o produciendo todo lo contrario: mejoría y
curaciones.
En este artículo
vamos a explicar cómo funciona y de qué manera opera el proceso
bioquímico completo por el cual nuestros pensamientos afectan directamente a
nuestra salud tanto para bien como para mal.
Veamos, pues, de qué manera un simple pensamiento (cada
pensamiento que tenemos) afecta, física y materialmente, a nuestro organismo.
El proceso es tan enriquecedor como interesante, de manera que merece la pena
conocerlo a fondo porque, así, nos estaremos conociendo a nosotros mismos.
Estaremos conociendo cómo opera nuestra Máquina Perfecta: la Mente, y su
extensión: el cuerpo.
EL PROCESO QUE SIGUE
UN PENSAMIENTO PARA CONVERTIRSE EN ENFERMEDAD (O TODO LO CONTRARIO):
El pensamiento es la actividad de nuestro cerebro. Los
pensamientos, las emociones, cómo nos sentimos, nuestra personalidad, la forma
en que respondemos a nuestra vida... Todo ello forma lo que conocemos como
“Mente” o actividad mental. Pero ahora nos interesa analizar el pensamiento
como el flujo de actividad eléctrica que se desarrolla en nuestro cerebro,
concretamente, la actividad comunicativa entre las neuronas.
Esas conexiones eléctricas interneuronales son las que dan
lugar a lo que conocemos como pensamientos (ya sean imágenes, sonidos,
recuerdos y memorias, inspiraciones, ideas, etc...).
Una vez el cerebro ha creado y perseverado en una serie de
pensamientos de un determinado tipo (alegres, destructivos, de crítica,
humorísticos, inspirativos...) nuestro hipotálamo (el gran laboratorio químico
de nuestro organismo) se pone en marcha.
¿Forma de proceder?
Tan simple de describir como compleja es en su
funcionamiento: el hipotálamo se pone a crear hormonas (péptidos) directamente
vinculados a los pensamientos que nuestro cerebro está teniendo. Es decir, que
nuestro hipotálamo creará combinaciones químicas de la misma tipología que los
pensamientos que nuestro cerebro está produciendo.
De este modo, aparecen las “emociones”. Nuestro hipotálamo,
al segregar e inundar el torrente sanguíneo con esas hormonas vinculadas a
nuestros pensamientos, hace que nuestro cuerpo cree sensaciones. Por eso nos
sentimos bien o mal, alegres o abatidos, calmados o nerviosos, como respuesta a
nuestros pensamientos. Se trata, sencillamente, de que nuestro centro
bioquímico (el hipotálamo) está creando productos químicos como el más perfecto
laboratorio imaginable, para “dar forma dé sensaciones” a los pensamientos que
está produciendo nuestro cerebro.
Nuestro hipotálamo puede crear péptidos que nos hagan actuar
deprisa ante situaciones de estrés; o puede segregar hormonas placenteras para
adormecernos o para “premiarnos”. En definitiva, puede crear una sustancia
química natural para cada proceso mental que esté en ese momento en marcha.
EL PROBLEMA:
El problema es que, por desconocimiento de estos procesos,
la gente no es consciente de la importancia que tiene “pensar correctamente”.
No se trata aquí de defender un tipo de pensamiento religioso o moral, ni nada
por el estilo. Cuando decimos “pensamiento correcto” queremos decir, ni más ni
menos, que el que sea adecuado y beneficioso para cada uno de nosotros. Ni más
ni menos.
Como la mayoría de las personas desconoce la maquinaria
bioquímica que se pone en marcha cada vez que nuestro cerebro produce
pensamientos de un tipo o de otro, la gente simplemente no puede controlar cómo
se siente, o lo que es mucho más importante, no puede controlar el hecho de que
muchas de esas sustancias químicas vinculadas a pensamientos destructivos,
están literalmente, envenenando su cuerpo a diario y de ahí surgen
enfermedades.
Pero vayamos por partes, ya que hemos dicho que íbamos a
explicar el proceso completo y de forma clara:
Si, por ejemplo, permitimos que las tensiones de cada día
nos mantengan en un estado de estrés, o de alerta y desconfianza (actividades
que realizará nuestro cerebro a través de los pensamientos que crea y que no se
controlan), nuestro hipotálamo responderá segregando sustancias químicas que
colocarán nuestro organismo en modo “ataque/huida” que es la respuesta interna
ante el peligro y, por ello, frente a una situación de vida o muerte.
Esa actividad del hipotálamo que es tan importante y
decisiva en momentos puntuales de verdadero peligro, se vuelve autodestructiva
cuando se experimenta muy continuada y regularmente. El estrés, la ansiedad, la
prisa, la urgencia, la preocupación... hace que nuestro cerebro cree
situaciones inexistentes y, como respuesta química a ello, nuestro hipotálamo
segrega las hormonas correspondientes a un ataque o a una situación de peligro
inminente para nuestra vida... Y así, durante horas al día, y durante días y
días al año. Eso, simplemente, destroza nuestro cuerpo por intoxicación
bioquímica, dado que ningún organismo puede vivir permanentemente en estado de shock,
de peligro o de estrés/miedo continuado.
Esto es lo que da lugar a infartos, anginas de pecho,
úlceras gastrointestinales, hipertensión arterial, diabetes y un largo etcétera
de patologías que pueden llegar a ser mortales. Y todo comienza... En nuestros
pensamientos descontrolados que han dado la orden equivocada a nuestro
hipotálamo para que produzca sustancias que, segregadas de manera continuada en
nuestro torrente sanguíneo, envenenan nuestro cuerpo.
MÁS PATOLOGÍAS CON
ORIGEN EN LA GESTIÓN DEL PENSAMIENTO (EXPLICADAS):
Otro cúmulo de patologías y enfermedades que nuestro cuerpo
padece sin que fuera necesario y que están directamente vinculadas a la forma
en que pensamos son las infecciones víricas y bacteriológicas.
El procedimiento es similar al anterior, pero no idéntico:
bajo situaciones constantes de estrés, miedo, ansiedad y preocupación, como
hemos explicado, nuestra actividad hormonal pone en marcha procesos de
defensa/respuesta. Es decir, tensiona músculos, prepara el cuerpo para la potencial
huida, redirige la circulación sanguínea, paraliza procesos internos no
vitales, para atender una supuesta amenaza que no existe... pero que estamos
imaginando.
¿Qué logra todo esto?... Pues ni más ni menos, que nuestro
sistema inmunitario se desgaste, se colapse y no pueda repeler ataques que, en
situaciones normales, está combatiendo y rechazando a diario (cuando funciona
bien, claro está).
Así pillamos una gripe, sufrimos alergias, tardamos más en
cicatrizar o en repeler infecciones, etc., etc...
Y todo comienza por
la actividad mental.
Debemos tener en cuenta, ahora que sabemos cómo opera la
bioquímica de nuestro cerebro, que nuestros pensamientos son las
“instrucciones” que le dará nuestro cerebro a nuestro hipotálamo para que éste
cree las hormonas que correspondan a ese estado mental. Si no cuidamos nuestros
pensamientos y procesos mentales, la bioquímica de nuestro organismo
sencillamente seguirá un patrón equivocado y nos inundará de toxinas que no
juegan a nuestro favor, sino que nos debilitan, primero emocionalmente y
después orgánicamente.
Nuestros órganos dejan de funcionar adecuadamente para
hacerlo en modo “alerta”, si vivimos bajo situaciones de estrés sostenido,
prisa, preocupación y ansiedad. Con ello la circulación sanguínea falla, la tensión
se dispara, la actividad nerviosa salta por los aires y aparecen las
enfermedades en órganos como el corazón, los riñones, el páncreas y un largo
etcétera de variables.
Del mismo modo, esas instrucciones incorrectas que no hemos
sabido parar y revertir en nuestros pensamientos afectan a nuestro sistema
emocional: agotamiento, pena, rabia, frustración, depresión, bipolarismo... y
un largo etcétera de variables de orden nervioso y emocional. Tan peligrosas o
más que las orgánicas.
EL CONOCIMIENTO ES LA
SOLUCIÓN
Ahora que sabemos cómo se origina el proceso (pensamiento -
hipotálamo - hormonas — envenenamiento del cuerpo - destrucción del sistema
inmunitario) podemos también invertir el proceso.
Pensamientos de confianza, amor, seguridad, tranquilidad,
calma, paz, alegría... inician una secuencia totalmente diferente a la que da
lugar a enfermedades. En estos otros casos, nuestro hipotálamo produce hormonas
endorfinas, placenteras, de anestesia, calma, tranquilidad etc... que contribuyen
a que nuestro organismo pueda operar con normalidad y no bajo amenazas.
Nuestro sistema inmunitario puede hacer su trabajo de manera
eficiente, el riego sanguíneo sigue el modelo y ritmo óptimos, nuestros órganos
operan bajo condiciones perfectas.
Y todo comienza con el detonante inicial: los pensamientos:
la llave a la bioquímica del cuerpo humano.
Ahora, ya sabes qué hay detrás de cada emoción y de por qué
te sientes cómo te sientes en cada momento. Ahora también sabes de qué forma y
por qué pasos, un pensamiento se convierte en una toxina y afecta a tu
organismo enfermándolo, o todo lo contrario: sanándolo.
Y, como siempre que aprendes algo nuevo e importante, ahora
tú eres el dueño de hacer los cambios oportunos, porque es tu calidad de vida y
tu salud las que están en juego.
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