A veces las cosas no salen como queremos. Y es muy probable que esto sea un disparador de emociones negativas. Puede ser la tristeza y la desesperanza. Puede ser preocupación, dudas y ansiedad. O puede ser odio, ira, deseo de hacer justicia y de buscar la revancha. Las investigaciones han puesto en evidencia que las emociones negativas son perjudiciales, expresarlas puede producir daños a nuestro alrededor, pero también ocultarlas puede ser peor. Entonces qué hacer cuando enfrentamos eventos que despiertan emociones negativas en nosotros?
La literatura científica ha insistido en los últimos veinte años que es preferible no tomar decisiones importantes, tratar asuntos difíciles en una relación o realizar actividades riesgosas bajo los efectos de las emociones negativas. Bajo los efectos de una emoción negativa intensa, se experimentan efectos muy tóxicos en el organismo, en el semblante, en el lenguaje corporal, en el contenido del pensamiento y en la forma de pensar, en el lenguaje y en el comportamiento en general, produciendo daños en la persona misma a través del debilitamiento de su sistema inmunológico y del abuso del organismo colocado en el límite de su funcionamiento. Pero también si se lleva esto a los demás, se trasladan los daños a las relaciones profesionales, comerciales, sociales, familiares y de pareja.
A la vez las investigaciones han encontrado evidencias de que acallar las emociones y embotellarlas hace el mismo daño al organismo. Fingir y pretender que todo está bien actuando como un “carita feliz” cuando siente todo lo contrario tampoco es la solución. En particular las investigaciones que se han hecho sobre Trabajo Emocional han sacado a relucir que trabajar bajo fuertes presiones, molestias y dificultades, teniendo que ejercer un control voluntario para esconder las emociones verdaderas o incluso exagerar la expresión de otras completamente diferentes, produce tensión emocional y agotamiento nervioso.
Al enfrentar un problema, dificultad o en general una situación adversa, hay que usar siempre una dosis mínima de autocontrol. Esto nos permitirá, “agarrar mínimo” para poder analizar la causa y evaluar si es posible modificarla o eliminarla, sin empeorar las cosas. Implica que hacemos ejercicio de nuestra voluntad para no manifestar la emoción negativa. Respiramos profundo, nos alejamos un poco de la situación, tratamos de distraernos con alguna otra cosa, cambiamos la postura, hacemos una pausa, ejercemos un control consciente sobre la musculatura facial, hacemos un esfuerzo especial por controlar el tono y la velocidad de la voz, usamos un lenguaje medido o incluso callamos, damos una caminata, cambiamos de tema o manifestamos nuestras ideas o sentimientos de una forma racional y civilizada.
Pero esto no basta. Apartar la conciencia deliberadamente del problema, no elimina la respuesta del sistema nervioso autónomo neurovegetativo. Si no es posible influir sobre la raíz misma de la situación, al menos en el corto plazo, es necesario combinar el autocontrol con estrategias que permitan las transformación de las emociones. Puede ser cambiando el foco de nuestra atención. Por ejemplo, ver lo que tengo y lo que puedo agradecer, en lugar de ver lo que me falta y que me provoca reclamar. Incluso pudiera recurrir a la memoria afectiva para evocar ciertas emociones. O visualizar el propósito final que me anima a seguir adelante. También puede ser útil cambiar la forma como percibimos e interpretamos los eventos. Con aeromozas se usó un entrenamiento en calidad de servicio en el que se les invitaba a ver a los pasajeros como niños traviesos con divertidas ocurrencias, en lugar de verlos como personas difíciles que no cumplen con las reglas.
Como complemento de las técnicas cognitivas es necesario usar técnicas corporales que permitan eliminar el efecto de las emociones en el cuerpo. La emoción implica un flujo energético y el autocontrol se traduce en un aumento del tono muscular, muchas veces en forma automática e inconsciente. Es importante tomar conciencia del cuerpo, permitir el libre flujo de la energía liberando bloqueos y resistencias musculares. La respiración, la relajación muscular, el movimiento y la integración psicofísica juegan un papel clave.
El efecto final que se busca con estas técnicas es evocar nuevas emociones, que produzcan serenidad, entendimiento, sobrecogimiento, aceptación, interés, gratitud, orgullo, inspiración e incluso amor. En vez de luchar con la emoción negativa, cambiamos el switch y generamos emociones positivas. Y al experimentar éstas se segregan las hormonas, péptidos y neuroquímicos que van a neutralizar los efectos tóxicos a los que estuvimos sometidos, restaurando nuestro sistema inmunológico y liberando de su efecto nuestros procesos psicológicos, abriéndonos nuevamente a la experiencia con vitalidad, con interés, con entusiasmo y con deseos de vivir.
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