El
estrés es una reacción natural para afrontar mejor las amenazas y los desafíos.
El problema es que, sostenido durante demasiado tiempo, afecta a la salud. Dar
y recibir cariño se perfila como la mejor manera de contrarrestar sus efectos
negativos: hablarse, abrazarse, compartir placer... son generadores de
oxitocina, la hormona que puede ser el antídoto del estrés.
¡Qué
estrés! ¡Esta vida me va a matar! exclamamos. Y, en parte, es cierto: el estrés
nos maltrata. Lo que llamamos "estrés" es una respuesta fisiológica
del organismo necesaria para sobrevivir y que, a diferencia de lo que muchos
creen, no apareció con las vicisitudes de la vida moderna. El problema del
estrés surge cuando esta respuesta se vuelve crónica y no sabemos manejarla, ya
que entonces favorece la aparición de enfermedades cardíacas, inmunológicas y,
quizás, algún tipo de cáncer. Conocer un poco más el estrés es el camino para
aprender a manejarlo y evitar sus graves consecuencias.
En la
actualidad la palabra "estrés" forma parte de nuestro vocabulario. En
1936 el médico austrohúngaro Hans Selye publicó un artículo donde proponía una
hipótesis nueva: describió que ante situaciones hostiles y amenazas, el organismo
responde con lo que denominó "síndrome de adaptación general”. Frente a
una amenaza se origina esta respuesta que tiene tres etapas: la reacción de
alarma (preparándonos para luchar o huir), la adaptación (resistimos la
amenaza, porque no podemos estar
eternamente luchando o huyendo) y el agotamiento (si todo el proceso es
excesivamente largo). Más adelante Seyle bautizó estas amenazas como
"situaciones de estrés"; de ahí derivo el uso actual del término para definir un estado.
Los
primeros homínidos tuvieron que adaptarse para sobrevivir a situaciones de
estrés, pero se trataba de circunstancias amenazadoras breves. Sin embargo,
nuestros "leones" o "enemigos" actuales son otro tipo de
situaciones más dañinas si cabe, dado que somos incapaces de identificarlas
correctamente, de ponerles una imagen. Es el llamado "estrés psicológico"
El
científico Robert Sapolski hizo popular tras publicar Por Qué las cebras no
tienen úlceras, fue el primero en demostrar que, cuando estamos sometidos a una
situación de estrés sostenido- sobre todo durante la etapa de agotamiento- se
producen lesiones en la zona del hipocampo y. además, se estimula la secreción
continuada de cortisol. El acertado título del libro da la clave de la
"Toxicidad" del estrés: la cebra huye
de un león con todas sus fuerzas durante tres minutos y, si consigue
despistarle, se recupera del estrés y continúa deambulando, comiendo y
copulando tranquilamente hasta que vuelve a percibir un nuevo peligro. Sin
embargo, el ser humano- que sí padece úlceras- se ve sometido a situaciones de
amenaza psicológica - que le resultan impredecibles y son de larga duración-,
recuerda la situación de estrés- junto con condicionantes neutros que se
asocian a ella: el lugar, un ruido, un entorno...- Basta con recordar la
respuesta emocional y generar ansiedad incluso sin estímulos asociados, solo
imaginando.
Si
sentimos que nos faltan manos para atender todas las tareas que dependen de
nosotros en casa o en el trabajo; o si hemos tenido que apagar más de un fuego en las últimas 24
horas; o si, en la última semana, hemos renunciado a dedicarnos tiempo a
nosotros mismos, podríamos ser como un individuo que está en la selva de África
sometido a la persecución de leones.
¿Cuál
es el problema? El organismo del individuo está constantemente castigado por un
exceso de adrenalina que favorece las alteraciones cardíacas--como la
hipertensión arterial-- o el infarto. Además, el exceso de cortisol genera
glucosa y acaba produciendo diabetes-- sobre todo si tenemos sobrepeso-,
suprime la inmunidad -- predispone a infecciones- y, para terminar de
arreglarlo, provoca ansiedad, pérdida de memoria e insomnio. Ese individuo no
descansa lo suficiente para recuperarse, y no sería nada extraño que tuviese
dolorosas contracturas musculares en la espalda. Es más, interesantes
investigaciones muy recientes acaban de demostrar que, cuando el cortisol se
une a sus receptores cerebrales, se altera el funcionamiento de la sinapsis y
se modifican los circuitos del recuerdo: el estrés, por tanto, no solo provoca
o empeora cuadros de depresión y ansiedad sino que tiene un papel en la
generación de demencias como el Alzheimer.
En la
naturaleza en general -y en el cuerpo humano en particular- suele haber siempre
mecanismos que funcionan de manera paralela y que se compensan unos con otros.
Así cuando hay una alteración, enseguida se pone en marcha un sistema contrario
para volver al equilibrio. Por ejemplo, cuando empieza el verano y nos vamos a
la playa sin ponernos protector solar, la respuesta inicial de la piel es el
enrojecimiento y la inflamación; pero, inmediatamente, los melanociotosos
empiezan a producir melanina, esa substancia protectora que va obscureciendo la
piel y nos protege frente al rigor del sol. Algo parecido podrá
suceder con la respuesta de nuestro organismo al estrés, hay un mecanismo que
permite dar una respuesta inmediata y que se sigue de otros para recuperarnos y
volver al equilibrio. Pero, además, existen algunos mecanismos que contribuyen
a "protegernos" frente a los embates del estrés, sobre todo cuando es
crónico.
Una de
las substancias con una función "reequilibrante" en el cerebro es la
oxitocina. Sí, la oxitocina, una sustancia que seguramente nos resultará
familiar porque suelen ponerla para acelerar el parto. La oxitocina se produce
en la hipófisis, una zona del cerebro esencial para el equilibrio hormonal y,
aunque inicialmente se pensaba que solo provocaba las contracciones uterinas
durante el parto, actualmente sabemos, que tiene más funciones.
Durante la
última década, se ha descubierto el importante papel de la oxitocina en el
establecimiento de lazos emocionales entre las personas, hasta el punto que
algunos medios han optado por utilizar la expresión poco precisa- pero muy
comercial- de "hormona del amor"
para designarla. Se ha observado, por ejemplo, que un buen masaje, hacer
el amor, un baño tibio y unas cuantas actividades placenteras más se asocian a
un incremento de la oxitocina circulante. Pero, además, este auge de la
oxitocina reduce la ansiedad y evita la
respuesta del estrés. Es decir, la oxitocina no solo puede reequilibrar nuestro
organismo sino que es capaz de "protegerlo"
Un
experimento ya clásico media el grado de ansiedad en personas que iban a ser
sometidas a una dura entrevista para obtener un trabajo. Si el entrevistado era
un hombre, conversar con la pareja antes de entrar en la sala reducía la
ansiedad y mejoraba el desempeño. Si quien se sometía a la entrevista era una
mujer, su nivel de estrés bajaba espectacularmente si, antes de entrar, su
pareja le había hecho un buen masaje en la zona cervical. En ambas situaciones
se producía un aumento de la oxitocina.
En
definitiva, ante algo que nos preocupante o nos asusta de manera puntual,
existe la respuesta al estrés, que es algo positivo que permite adaptarnos,
lograr nuestro objetivo o mejorar nuestro
desempeño. Ahora bien, cuando la situación se hace crónica y no damos tregua al
cuerpo, aparece la cara negativa: la respuesta al estrés nos desequilibra
profundamente y tiene consecuencias graves sobre nuestra salud. Por fortuna,
existen mecanismos capaces de devolvernos el equilibrio y de evitar los
devastadores efectos que tiene el estrés crónico. La única solución es que el
ser humano aprenda a relajarse y a frenar el ritmo, tiene que romper la espiral
del estrés. En sus manos está utilizar las herramientas naturales para
lograrlo.
Aunque
no existen fórmulas mágicas para solucionar la vida de nadie, si podemos buscar
nuestro camino a partir de los primeros
de algunas pistas. De ahí la utilidad de conocer qué pasa en el interior del
cerebro y por qué. Y es que, a pesar de que en la actualidad disponemos de
muchas comodidades, hay muchos medicamentos y se publica una cantidad ingente
de manuales para "saber vivir", la depresión, la ansiedad, y las
enfermedades cardiacas siguen ocupando los primeros puestos en los motivos de consulta luego de los
problemas laborales o familiares - que son las mayores fuentes de estrés-.
Vayamos por parte, será necesario modificar también la manera cómo médicamente
lo afrontamos. De acuerdo con lo expuesto, desde el punto de vista
neuroquímico, el objetivo sería reducir la producción superflua crónica de
cortisol e intentar aumentar la producción de oxitocina y otras substancias que
reduzcan la ansiedad e incrementen el bienestar, como las endorfinas o los endocannabinoides.
En segundo lugar, y para lograr que los efectos sean verdaderamente duraderos,
será necesario modificar también la manera cómo afrontar los problemas
laborales o familiares- que son las mayores fuentes de estrés-.
Aunque si logramos
reequilibrar nuestro medio interno, probablemente veremos cómo nuestra manera
de afrontar la vida también empieza a cambiar poco a poco.
En
primer lugar, busquemos y demos oxitocina. Somos una especie gregaria, social,
de manera que nos sentimos bien cuando estamos con otras personas porque eso
nos permite conversar, nos suele hacer reír, nos permite seducir y sentirnos
seducidos.
Conversar, reír, tocar y abrazar aumenta la oxitocina; no lo
desaprovechemos. No olvidemos tampoco reforzar la relación con nuestra pareja,
jugar, darnos masajes o potenciar las relaciones sexuales de calidad son una
fuente inagotable de oxitocina que nos permite rebajar la ansiedad, relativizar
los problemas y responder de una manera menos apresurada y, por tanto, más óptima.
El
ejercicio físico también se asocia con
la producción de una buena cantidad de endorfinas, especialmente cuando hacemos
ejercicio de una manera más o menos continuada. Si bien al principio pueda
darnos pereza, tratemos de movernos: además de los beneficios físicos - sobre
el colesterol o el sobrepeso- y del aspecto químico-- esas endorfinas que
contribuyen al bienestar--, ejercitarse
implica salir, ver a otras personas y estar en contacto con la
naturaleza, aunque se trate del césped de un parque. El mero hecho de ver árboles, echar un
vistazo al mar o montaña, o cuidar las plantas del balcón hace que las personas
sintamos menos ansiedad. El objetivo es romper la espiral del estrés; así es
que vale cualquier cosa que nos guste o que nos haga sentir bien.
El
aspecto complementario para lograr mejorar nuestra relación con la vida
cotidiana y reducir las nefastas consecuencias del estrés es algo más
profundo: filosofía de vida.
Naturalmente esto son palabras mayores, pero no es una tarea imposible; se
trata de perseverancia nuestra y de observar cómo el reequilibrio químico
interior se traduce poco a poco en un cambio en nuestra percepción del entorno
y de los problemas.
Buena
parte de la respuesta tóxica del estrés crónico se debe a que imaginamos qué
pasará y a que nos preparamos frente a eso que imaginamos... Por tanto,
empecemos a diferenciar la realidad de lo que no es. Anticiparse no siempre es
bueno, porque la realidad acaba sorprendiéndonos. Recordemos que "el león
no puede ser tan fiero como lo pintan".
Si en la sabana fallamos en
nuestro intento de ponernos a correr frente al león, podemos morir de un
zarpazo; pero en la vida actual raramente hay leones que requieran una
respuesta de vida o muerte.
Para
acostumbrarnos a ser conscientes de la realidad, lo mejor es centrarnos en
vivir en el presente. No debemos olvidar que el pasado pasó, y que el futuro ya
llegará. Si nos fijamos, cada instante tiene muchas dimensiones,
aprovechémoslas. Estamos leyendo estas páginas, ¿Pero nos hemos detenido a oler
algo? ¿Cómo está el cielo? ¿Suena alguna música? ¿Quién viaja con nosotros en
el autobús o en el metro?
Gran
parte de la sensación de estrés surge de la anticipación innecesaria; así pues,
dejémonos fluir. Y seamos flexibles. Aprendamos a ser conscientes de las
múltiples dimensiones de lo que está sucediendo en el ahora. ¿Qué tal
dedicarnos diez minutos al día? Sí, ya sé, no tenemos tiempo... pero por eso he
escrito diez minutos.
Hagamos
lo que más nos plazca: caminemos, corramos, meditemos o toquemos la
guitarra...Tanto da: es nuestro espacio. Y concentrémonos en ello. Seguro que
son cosas que, de un modo u otro, aumentarán la secreción de oxitocina. No nos
dejemos estresar por el estrés; viviremos y nos encontraremos mejor.
Fuente:
Albert Figueras, Médico y escritor, Profesor en la Universidad de Barcelona y en la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina), Revista MENTE SANA #74
Albert Figueras, Médico y escritor, Profesor en la Universidad de Barcelona y en la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina), Revista MENTE SANA #74
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