En primer lugar, busquemos y demos oxitocina. Somos una especie gregaria, social, de manera que nos sentimos bien cuando estamos con otras personas porque eso nos permite conversar, nos suele hacer reir, nos permite seducir y sentirnos seducidos. Conversar, reír, tocar y abrazar aumenta la oxitocina; no lo desaprovechemos. No olvidemos tampoco reforzar la relación con nuestra pareja, jugar, darnos masajes o potenciar las relaciones sexuales de calidad son una fuente inagotable de oxitocina que nos permite rebajar la ansiedad, relativizar los problemas y responder de una manera menos apresurada y, por tanto, más óptima.
El ejercicio físico también se asocia con la producción de una buena cantidad de endorfinas, especialmente cuando hacemos ejercicio de una manera más o menos continuada. Si bien al principio pueda darnos pereza, tratemos de movernos: además de los beneficios físicos - sobre el colesterol o el sobrepeso- y del aspecto químico-- esas endorfinas que contribuyen al bienestar--, ejercitarse implica salir, ver a otras personas y estar en contacto con la naturaleza, aunque se trate del cesped de un parque. El mero hecho de ver árboles, echar un vistazo al mar o montaña, o cuidar las plantas del balcón hace que las personas sintamos menos ansiedad. El objetivo es romper la espiral del estrés; así es que vale cualquier cosa que nos guste o que nos haga sentir bien.
El aspecto complementario para lograr mejorar nuestra relación con la vida cotidiana y reducir las nefastas consecuencias del estrés es algo más profundo: filosofia de vida. Naturalmente esto son palabras mayores, pero no es una tarea im posible; se trata de perseverancia nuestra y de observar cómo el reequilibrio químico interior se traduce poco a poco en un cambio en nuestra percepción del entorno y de los problemas.
Buena parte de la respuesta tóxica del estrés crónico se debe a que imaginamos qué pasará y a que nos preparamos frente a eso que imaginamos... Por tanto, empecemos a diferenciar la realidad de lo que no es. Anticiparse no simepre es bueno, porque la realidad acaba sorprendiéndonos. Recordemos que "el león no puede ser tan fiero como lo pintan". Si en la sabana fallamos en nuestro intento de ponernos a correr frente al león, podemos morir de un zarpazo; pero en la vida actual raramente hay leones que requieran una respuesta de vida o muerte.
Fuente:
Albert Figueras
Médico y escritor.
Revista MENTESANA # 74
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